miércoles, 29 de septiembre de 2010

El día de la huelga

El día de la huelga podemos constatar varias cosas.

La primera es que en vez de confiar en nuestros sentidos, cada uno en los suyos, esperamos a que los portavoces sindicales, empresariales y gubernamentales nos den su comunicado.

Es como cuando vamos a un concierto o a una conferencia y en lugar de atender al escenario atendemos a una pantalla donde nos retransmiten lo que deberíamos estar viendo.

Es un efecto de la comunicación de masas. La realidad nos defrauda. Preferimos la tele.

Y ¿como son esos comunicados?

Pues son delirantes. Unos dicen que normalidad cuando los piquetes están haciendo de las suyas en donde pueden. Otros hablan de éxito total, cuando el éxito es el de esos piquetes. Y finalmente otros hablan de fracaso, cuando este es de toda la sociedad, no solo de los sindicatos.

Y es que la realidad, que tanto nos molesta encarar, es que a nadie le preocupa la situación del movimiento sindical, excepto cuando llega la huelga.

Efectivamente los actuales sindicatos españoles son una excrecencia de un pasado ya remoto y que no volverá.

Son unos sindicatos de confrontación creados cuando el ahora llamado capital humano era la mano de obra, y esta el factor fundamental de la competitividad de las empresas.

Hoy esa referencia resulta absolutamente desfasada.

La mano de obra solo es decisiva en empresas de alto nivel de competitividad en términos de conocimiento.

En las demás es un insumo poco relevante.

El enemigo de clase contra el que se organizaron estos sindicatos, ya no es el capital, sino la mano de obra china, filipina o mejicana.

Por tanto pelearse contra el capital no sirve de nada. (Y pelearse contra los chinos tampoco).

Los sindicatos se aferran a sus argumentos conocidos: los convenios de sector o provinciales, que son como intentar vadear el Amazonas con un todoterreno. Es la herramienta equivocada y es el escenario equivocado.

Hoy las empresas compiten en innovación y por eso el país mas competitivo es Suiza, donde los salarios son a la vez muy altos. (Es que competitividad ya tiene poco que ver con los salarios).

Y compiten en escenarios globales y por mor de las fuerzas del mercado, es decir de nuestro impulsos como consumidores.

Así que intentar contener el mundo en un convenio sindical provincial es grotesco.

Por eso esta huelga y las que vengan son tan ridículas.

Que los sindicatos pueden bloquear las cocheras de la EMT, claro está.

Que pueden parar una fábrica, claro está.

Que pueden producir un desarreglo en la normalidad, efectivamente.

La cuestión es, ¿para qué?

Necesitamos otros sindicatos, porque que nadie se engañe, los sindicatos son necesarios.

Cuando no existen, surgen movimientos tremendistas que son mucho mas perjudiciales.

Pero tienen que constituirse en torno a fundamentos diferentes.

Desde luego que tienen que perseguir un reparto equitativo de los beneficios de las empresas, pero primero tienen que trabajar codo a codo con sus direcciones para que dichos beneficios existan.

Los sindicatos alemanes y los suecos son prueba de que las cosas se pueden hacer de otra manera.

Y no es que estos sindicatos no sean duros. Yo he visto como en una gran empresa sueca los sindicatos obligaban a abandonar las oficinas a todo el mundo a las cinco de la tarde, pero también he visto como esos mismos sindicalistas que se sientan en los consejos, aprobaban despidos y recortes cuando hacía falta.

Nuestros sindicatos se han quedado en el marxismo, y algunos en el anarco-sindicalismo.

Ya es hora de que se disuelvan y que surjan otros nuevos y sin ataduras ideológicas.

Y todo el mundo tendrá que echar una mano.

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