Asombrado me quedo cuando leo que un comité de toreros acudió ayer a comer con la señora ministra de cultura. Más asombrado aún cuando leo sus intenciones: traspasar el toreo de la competencia del Ministerio de Interior al de Cultura.
Y es que parece ser que bajo el paraguas de la cultura tiene cabida todo aquel negocio que no es rentable en nuestro país, pero que tiene apoyos en el Gobierno. El cine pide subvenciones para estrenar películas que verán 4 gatos en las salas (y ni siquiera descargará nadie). La música lucha para mantener vivo un modelo de negocio caduco, que beneficia de forma exagerada a los intermediarios. El mundo editorial ya lucha por lo mismo, poniendo frenos a la llegada de un libro digital contra el que no saben competir (sin entender que no hay competencia posible, sino convivencia y cooperación).
Ahora ha llegado el turno de los toreros, que ven como su forma de ganar dinero (la tortura animal, escudada bajo el retorcido manto de la cultura) empieza a peligrar. Esta vez no se trata de competencia, sino de la evolución de la propia sociedad, que lentamente va dando su espalda a tan terrible espectáculo. Pero da igual, todas las causas perdidas tienen su hueco bajo el Ministerio de Cultura, refugio de caraduras e inmovilistas. Si el Ministerio de Interior no nos protege lo suficiente, seguro que allí sí que lo hacen. No al cambio, viva el status quo.
Con esta denuncia no quiero que se entienda que estoy en contra absoluta de las subvenciones a la cultura. No, pero abomino el dispendio bochornoso que se está haciendo actualmente. Hay que definir muy claramente qué se apoya, impulsando a los verdaderos artistas de nuestro país y dejando de lado a los auténticos sinvergüenzas.
Toda costumbre pasada, presente y futura es cultura, pero no hay que tener miedo a ir dejando atrás todo aquello que vamos entendiendo que ya no nos representa. Y, desde luego, no es necesario subvencionar todo aquello que se pudiera considerar cultural. Independientemente de que los tiempos económicos sean buenos o malos.
Quisiera acabar con una apreciación relacionada a este tema. Al final de la columna de Tercera Opinión de esta semana (blog de lectura recomendadísima) se hace un llamamiento a los lectores para que voten a un tercer partido político en cualquier próxima elección, que no sea ni el PP ni el PSOE. No puedo menos que secundar la petición, visto el percal del Ministerio de Cultura y tantos otros. Porque un cambio es posible (y necesario).
Y es que parece ser que bajo el paraguas de la cultura tiene cabida todo aquel negocio que no es rentable en nuestro país, pero que tiene apoyos en el Gobierno. El cine pide subvenciones para estrenar películas que verán 4 gatos en las salas (y ni siquiera descargará nadie). La música lucha para mantener vivo un modelo de negocio caduco, que beneficia de forma exagerada a los intermediarios. El mundo editorial ya lucha por lo mismo, poniendo frenos a la llegada de un libro digital contra el que no saben competir (sin entender que no hay competencia posible, sino convivencia y cooperación).
Ahora ha llegado el turno de los toreros, que ven como su forma de ganar dinero (la tortura animal, escudada bajo el retorcido manto de la cultura) empieza a peligrar. Esta vez no se trata de competencia, sino de la evolución de la propia sociedad, que lentamente va dando su espalda a tan terrible espectáculo. Pero da igual, todas las causas perdidas tienen su hueco bajo el Ministerio de Cultura, refugio de caraduras e inmovilistas. Si el Ministerio de Interior no nos protege lo suficiente, seguro que allí sí que lo hacen. No al cambio, viva el status quo.
Con esta denuncia no quiero que se entienda que estoy en contra absoluta de las subvenciones a la cultura. No, pero abomino el dispendio bochornoso que se está haciendo actualmente. Hay que definir muy claramente qué se apoya, impulsando a los verdaderos artistas de nuestro país y dejando de lado a los auténticos sinvergüenzas.
Toda costumbre pasada, presente y futura es cultura, pero no hay que tener miedo a ir dejando atrás todo aquello que vamos entendiendo que ya no nos representa. Y, desde luego, no es necesario subvencionar todo aquello que se pudiera considerar cultural. Independientemente de que los tiempos económicos sean buenos o malos.
Quisiera acabar con una apreciación relacionada a este tema. Al final de la columna de Tercera Opinión de esta semana (blog de lectura recomendadísima) se hace un llamamiento a los lectores para que voten a un tercer partido político en cualquier próxima elección, que no sea ni el PP ni el PSOE. No puedo menos que secundar la petición, visto el percal del Ministerio de Cultura y tantos otros. Porque un cambio es posible (y necesario).
5 comentarios:
No eres el único que piensa en esas terceras fuerzas.
El Tea Party de los conservadores americanos es eso mismo, y lo son los movimientos verdes, y el partido pirata sueco.
La cuestión es si es mejor lo malo conocido o lo peor por conocer.
Yo estoy completamente de acuerdo contigo, al final no se tiene en cuenta al ciudadano y los gobiernos hacen lo que les sale de los huevos dándole el dinero a sus amiguitos. La inversión en cultura no tiene por qué satisfacer a todo el mundo, pero lo que no puede ser es que sea tan desorbitada en cosas que no generan ningún beneficio al ciudadano y que todo el mundo desaprueba, como la enferma mental de Isabel Coixet que se gastó medio millón de euros de todos nuestros bolsillos en hacer una puta mierda de bebé gigante que no sirve absolutamente para nada. Habría que meterle fuego al bebé pero con ella dentro, me pongo enfermo.
Yo más que una tercera fuerza política que haga la misma mierda que las que hacen, creo más en una forma alternativa de gobierno, donde la participación ciudadana tenga más fuerza y se apruebe todo de forma individual. Algo así como un congreso ciudadano donde todos participemos y votemos por Internet, y así seguro que en vez de darle quinientos mil euros a esta mamarracha, todo el mundo habría votado darle quinientos mil palos en la cabeza y sería mucho más democrático.
Alejandro, "statu quo", no "status...".
Y el tercer partido nacional en España está llamando a la puerta desde hace un tiempo y se llama UPyD.
Finalmente, el Tea Party no es un tercer partido, sino una facción - y no precisamente muy minoritaria - del Partido Republicano.
Hasta pronto
Cierto, parece ser que se dice "status quo" en inglés, pero en español es "statu quo"... Siempre está bien aprender algo nuevo ;-)
Ojalá UPyD llegué a consolidarse como una alternativa real, aunque a mí me da la sensación de que el verdadero problema está en el sistema político que tenemos y repercute en los partidos que viven en él.
Desde luego, así es: el sistema electoral cumplió su objetivo en la Transición, pero ahora en que la gobernabilidad no es tan trascendente y valoramos mucho más la representatividad, se ponen de manifiesto sus efectos perniciosos (diría perversos), perjudicando injusta y flagrantemente a IU y a UPyD, así como, simultáneamente (no lo olvidemos) inflando la representación de los partidos nacionalistas.
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