jueves, 2 de diciembre de 2010

El deudor

Hay un capítulo memorable en uno de los libros de Tom Wolfe, que lleva por título "A man in full", o "todo un hombre" en la versión en castellano, en la que nuestro protagonista, un constructor en apuros, tiene que ir a re-negociar su deuda a un banco.

Al menos eso cree él, porque en el mencionado banco quien le espera no es su interlocutor habitual sino un "domador de deudores", que presume de ablandar al mas duro de los empresarios sometiéndole a un escrutinio torturante hasta que el que ha entrado en el banco como un hombre que cree que todavía tiene margen de maniobra, se da cuenta de que se le ha acabado el crédito y ahora toca pagar. Pagar con sangre, sudor y lágrimas.

Ese momento en que el deudor ha quedado liquidado llega cuando al pobre hombre le aparece una mancha de sudor en la camisa que va de hombro a hombro, con forma de silla de montar.

Los adláteres del domador están pendientes de ese momento y celebran la nueva victoria con expresiones de triunfo.

Eso mismo le está pasando al amigo Zapatitos.

Cuando empezó la crisis el creía que podía manejar la situación con presentaciones a los analistas y giras por Londres para hablar con Financial Times.

Luego tuvo que anunciar el "primer" paquete de medidas.

Y luego el segundo, y el tercero... y así hasta ahora que les quita a los parados el subsidio.

¡Como para ir a presumir con los mineros!

Al pobre Zapatitos se le va poniendo cara de acelga hervida, y poco a poco va reculando en sus otrora "irrenunciables" principios, hasta que devuelva todo lo que debe como le pasaba al constructor de Tom Wolfe.

Hasta un hombre tan simple como él debe darse cuenta ya que lo que le espera en estos próximos meses va a ser un calvario en el que le van a dejar como a Jesús camino del Gólgota.

Mientras en nuestra querida patria se desvela un nuevo caso de corrupción, digno de comentario.

Un sindicato dependiente del gobierno autónomo de Canarias y De la Junta de Andalucía, emitía certificados falsos de estudios inexistentes.

No me extraña, porque la financiación de sindicatos y patronales (no todas, ni todos), está ligada a la impartición de cursos mas o menos nebulosos.

Pero lo que me parece fascinante no es en tingladillo de los pícaros de siempre arrimados a la mamandurria gubernamental, sino los compradores de esos "títulos", que con ellos han conseguido trabajo en la sanidad pública de aquellas comunidades.

¿Con que desverguenza se pone uno a realizar un trabajo para el que carece de la mas mínima competencia?

¿Que clase de servicio se otorga en la Seguridad Social que nadie se da cuenta de que los sanitarios son unos farsantes?

Dice la información que los certificados son miles.

¿Que clase de país es este en el que hay tantos sinverguenzas?

Y finalmente, ¿como se van a fiar de nosotros en Europa?

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