sábado, 18 de diciembre de 2010

Las pensiones

La reforma del actual sistema de pensiones se ha convertido en una de las pruebas titánicas que los dioses del Olimpo del Banco Central Europeo han impuesto al pobre Zapatitos.

Al pobre Zapatitos, un color se le viene y otro se le va al tener que defender el desmantelamiento del estado del bienestar, después de haber dilapidado en operaciones cosméticas los ahorros del estado.

Así que reúne el llamado Pacto de Toledo, que es un artilugio que crearon los partidos para no tener que cargar en solitario con la tarea de recortar las pensiones, y le pide que dictamine lo que Merkell y compañía nos han diseñado como prueba de sumisión, es decir la jubilación a los 67.

Pero como ya no hay compasión con Zapatitos, el Pacto dice que no está muy claro el asunto y que sea Don José Luis el que cargue con el mochuelo.

Bien, pues tendrá que hacerlo, pero la cuestión no es estos debates tontorrones para los políticos, sino que pasa con el actual sistema de pensiones.

Y lo que pasa es que no tiene ni pies ni cabeza porque está basado en la idea, francamente grotesca, de que la población crezca exponencialmente para que la base de la pirámide poblacional sea siempre mucho mas grande que su pináculo donde está los jubilados.

Es grotesca porque el sistema económico español nunca ha podido superar un determinado número de empleos, y el crecimiento de la población solo conduce a un desempleo monumental, lo que drena las cuentas del estado hasta la extenuación y conduce a la sociedad a un estado de ansiedad intolerable.

Es grotesca porque la población ya es demasiado grande y el consumo de recursos naturales es insostenible.

Y es grotesca porque el incremento de población en una sociedad de escaso crecimiento conduce a un abaratamiento de la mano de obra que produce una bajada escandalosa de los salarios y por tanto de las cotizaciones a la Seguridad Social.

Por otra parte retrasar la edad de jubilación no es tampoco la solución ya que es evidente que las empresas privadas no aguantan a sus trabajadores mas allá de los cincuenta y cinco, por lo que el retraso solo afecta en realidad a los funcionarios.

Y si de verdad se consiguiese que las empresas no se librasen de sus empleados a los cincuenta y cinco, el problema sería el retraso de los jóvenes para entrar en el mercado laboral, todavía mas.

Además, con el abaratamiento de los salarios, sería necesario que tres jóvenes pagasen la pensión de un jubilado con salario alto, lo que nos devuelve a lo grotesco de la situación.

Todo conduce al abaratamiento de las pensiones, que unido al de los sueldos de los trabajadores conduce a profundizar la depresión, arruinar el estado del bienestar y situarnos a todos en el nivel de los chinos. (Es decir una minoría multimillonaria y el resto esclavos).

Sami Naïr escribe hoy un artículo en El País donde pone el dedo en la llaga: no hay sociedades avanzadas con salarios bajos.

La respuesta es el crecimiento a través de la competitividad y la tecnología, no el crecimiento en materia de población.

Menos gente pero mas empresas.

Si no ni Pacto de Toledo ni virgen santísima nos salvará de la catástrofe.

Zapatitos vete a casa.

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