martes, 29 de marzo de 2011

Tormenta en el desierto

Corre hoy por internet un vídeo que unos aficionados han grabado en Kuwait hace solo unas horas y en el que puede verse el desarrollo de una inmensa tormenta de arena que primero es como una gigantesca nube en el horizonte y al final se convierte en una oscuridad densa en la que tratan los vehículos, como el de los reporteros sobrevenidos, de circular lo mas despacio que pueden.

Me ha tenido muy interesado durante su largo desarrollo y me ha hecho pensar en el contraste entre esta información proporcionada por aficionados y la información profesional tan aburrida y monótona que puebla los telediarios.

En el tsunami pasó igual. Las mejores imágenes son las de los aficionados y las de las cámaras de vigilancia.

La omnipresencia de cámaras en cualquier rincón ha hecho realidad el mundo interconectado que soñase MacLuham, el aula sin muros.

Y estas imágenes que retratan la vida sin ideología y sin comentarios ociosos son las que mas nos interesan. La cháchara de los periodistas, como la de los políticos, queda retratada por la fuerza de la realidad.

Ese es el triunfo de internet y de las redes sociales.

La realidad sin adjetivos crea un mundo en el que las divisiones artificiales quedan en evidencia.

Tan solo queda la división de los idiomas y esta, como temen los filólogos que quieren que se mantenga la diversidad idiomática, se está viniendo abajo ante la curiosidad de los jóvenes por contactar con sus semejantes.

Si en mi juventud quisimos aprender ingles para entender la revolución que se desarrollaba ante nuestros ojos, hoy es la necesidad y la curiosidad por pertenecer a una comunidad universal la fuerza que está creando un nuevo paradigma sociológico.

Y luego es la imagen en movimiento y la sensación de estar viendo lo que sucede sin tener entremedias intermediarios ni "explicadores" profesionales.

Uno abre el ordenador que es como una ventana mágica y se conecta con la realidad y con millones de ojos/cámaras que presentan una visión subjetiva pero desideologizada de lo que sucede.

Y lo divertido es que lejos de convertirse en la fábula del Gran Hermano orwelliano el mundo y la comunicación de masas se ha convertido en una gigantesca plaza del mercado medieval donde cada cual cuenta la historia como le parece. Corren los bulos y las historias. Es verdad.

Pero también el paciente escudriñador puede confeccionarse una imagen bastante acertada de la verdad.

Edito: Añado el vídeo

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