martes, 12 de junio de 2012

Hablemos de otra cosa, ¡por favor!

Cansado de la tendencia alcista de la prima de riesgo, de los vaivenes de la bolsa, de la insufrible petulancia del gobierno, de la resistencia del Sr. Divar a dimitir, y de las técnicas guardiolistas de la selección española, me parece oportuno dedicar hoy este ratito de blogueo a la música.

Ayer estuve en casa de unos amigos cuyo hijo menor decidió que se iba a dedicar a la música desde muy pequeño, ante el espanto de sus padres que querían lógicamente que estudiase.

El caso es que el muchacho se ha convertido en músico, percusionista, baterista, y anda por ahí tocando donde puede, y sin cobrar un duro, que parece ser la forma mas extendida hoy en el mercado laboral juvenil.

Y me hizo escuchar la maqueta de uno de los grupos con los que ensaya.

Y la verdad no me pareció gran cosa. Unas canciones sonaban a Radiohead y otras a Nirvana.

Hoy leo una entrevista con un crítico británico que ha escrito un libro sobre la evolución de la producción musical en estos últimos años y de la enfermedad de la nostalgia que invade a la mayoría de las obras que se realizan hoy.

Nostalgia de los sesenta y los setenta, y repetición de fórmulas hasta la saciedad.

A mi me sorprende como la crisis actual no ha producido una música que se convierta en una bandera para los jóvenes que andan sin trabajo o sin perspectivas.

Las catástrofes siempre han sido un suelo fertil para la música, y muchas músicas se han convertido en inspiración para la acción de las personas o de las masas.

Sin ir mas lejos, la música de Beethoven está profundamente ligada a los movimientos románticos, que nada tienen que ver con la crónica rosa, y si con las alteraciones emocionales revolucionarias del cambio de siglo XVIII-XIX.

¡Que hubiese sido de la revolución francesa sin los acordes de La Marsellesa¡

Los sesenta fueron años de enormes cambios en los que la música popular adquirió una centralidad como nunca antes, pero los años veinte tuvieron su música, el jazz y las comedias musicales, los treinta tuvieron la música de baile que acompañó la depresión y la primera canción protesta, los cincuenta fueron el tiempo de los crooners, el jazz bebop y el rockanroll, y en los sesenta la música acompañó la revolución de las costumbres mas radical desde el renacimiento.

Los setenta con la crisis del petróleo vio nacer el punk como expresión de la violencia de los antisistema.

Y los ochenta fueron años de contrarevolución conservadora con musiquilla de discoteca y nuevos románticos.

Y a partir de ahí parece como si la maquinaria se hubiese atascado y todo fuese copia de algo anterior, excepto el rap que es la música del nuevo lumpenproletariado, y germen de toda una serie de movimientos "musicales" cuyo objeto, (dice el autor del libro), es que las tias muevan el culo y los tios manifiesten su fuerza física, mas o menos como en una pelea de gorilas.

Los chicos de la clase media tienen la música indie que es según el propio Paul Simon, (de Simon & Garfunkel), continuación de la música que este duo realizó a mediados de los sesenta.

Debe pasar algo con la creatividad o con la evidencia de que la música popular ha repetido las mismas fórmulas millones de veces, con ejercicios de "fusión" que ya han alcanzado todo lo imaginable, por ejemplo en uno de los últimos conciertos de Madonna tocaban la Txalaparta, un instrumento vascongado de la edad de piedra. (Y ademas iban con boina).

Aquí hay que decidir si la década actual se va a decantar por lo bailable, como sucedió en los años de la depresión, o por un nuevo punk, como sucedió en los tiempos del shock petrolero de los setenta.

Pero ya vamos por el 2012 y lo único que se oye es a las Riannas y otras artistas del melisma, o a imitadores de Nirvana de tercera división, o a fugaces cantantes de un solo hit que desaparecen para nunca mas ser recordados.

La verdad es que llama la atención la falta de pulso creativo en lo musical. Es como si todo se hubiese trasladado a la industria del videojuego, y otros medios cuyo objeto es encerrarse y no ver la realidad.

¿Es este el paradigma de las nuevas generaciones?

      

   

1 comentario:

Javier Lecanda dijo...

Muy buena entrada, con mucha razón...
Supongo que en parte también será culpa de las discográficas que alcanzaron tanto poder a partir de los 80´s, promocionando la música pop y HipHop alegre con tal de vender. Hoy en día sí hay música indie de queja contra el sistema, pero sigue siendo algo minoritario, hasta cierto punto de culto y para nada al nivel comercial que la Shakira, Rihanna, o Madonna de turno…