miércoles, 1 de julio de 2009

Nuestra visión del walkman


Cuentan que el walkman tuvo su origen cuando a uno de los fundadores de Sony le surgió la inquietud de escuchar música sin molestar a los demás mientras corría o jugaba al golf, según quien te cuente la historia. Así nació uno de los objetos icono de los años '80, que se popularizó y extendió por todo el mundo durante los '90. Hoy en día, sólo 30 años después, ya se trata de una reliquia.

Con motivo del aniversario de este dispositivo musical, la BBC publicó un artículo en el que contaban las experiencias de un chico de 13 años que se enfrenta por primera vez al reto de usar un walkman. Durante una semana se olvidó de su iPod y sólo tuvo acceso a la música a través de este desconocido instrumento. De la experiencia podemos concluir varias ideas acerca de los cambios en las concepciones que tenemos como usuarios.

Lo primero que le chocó al joven Scott es el gris color del reproductor, acostumbrado a la alegre variedad de colores de los aparatos de hoy en día. Cuando lo importante era la funcionalidad, y no el diseño, tanto el gris como el negro eran los colores más vistos. Hoy, en un mundo de gran abundancia, esto ya no se concibe.

Otras situaciones extrañas para el chico fueron el desmesurado tamaño y peso del dispositivo, con grandes botones sobresalientes y muy corta autonomía a pilas. Una estructura totalmente disfuncional para algo que se denomina portátil, que hace que se te caigan los pantalones cuando usas la pinza trasera para colgártelo del cinturón.

Pero a mi entender lo más interesante fue el choque de una mente del siglo XXI contra un dispositivo de los años '80. Scott admite que tardó varios días en descubrir que existía más música en la cara B de la cinta. Quizá en un momento sorprenda, pero si pensamos desde la óptica de un chico que ha vivido entre discos duros tiene todo el sentido que en ningún momento se plantease que fuese a sonar diferente sólo por darle la vuelta a la cinta.

Otro ejemplo de este choque es lo absurdo que parece disponer únicamente de 12 canciones, cuando un iPod puede albergar miles de ellas. O la falta de la posibilidad de escuchar canciones en random, que a día de hoy es de lo más básico pero que, si lo pensamos bien, es un concepto realmente joven. Scott ideó una forma alternativa de escuchar música de forma aleatoria, jugando con los botones de avance y retroceso; hasta que su padre le informó de que así las cintas se estropeaban rápidamente :-)

¡Cómo han cambiado los tiempos! Y no sólo para la tecnología que nos rodea, sino también para las expectativas que tenemos de ellas. Nuestras mentes están modeladas de tal manera que nos cuesta poco adaptarnos a nuevos cambios, pero mucho volver atrás en el tiempo...

1 comentario:

Jose Ignacio Hita Barraza dijo...

¿Imaginas cuando le den un iPod a algún nieto nuestro para que lo pruebe? ¿Qué dirá? ¿Botones para presionar? ¡Qué difícil! Jejeje.