domingo, 7 de noviembre de 2010

California Dreaming

El cuarenta y siete por ciento de los californianos están a favor de la legalización de la marihuana. El cincuenta y tres restante no.

La verdad es que me parece milagroso que tanta gente se haya sentido favorable a derogar unas leyes, las de la prohibición, que han venido acompañadas por algunas de las mayores y persistentes campañas de intoxicación informativa que se han visto en la historia.

El hecho de que un adolescente de 18 años y un día pueda comprarse veinte botellas de vodka y bebérselas sin respirar, pero no pueda fumarse un porro, es una de las circunstancias mas delirantes que suceden en nuestra sociedad occidental, y a nadie parece que le preocupe nada.

Tampoco nadie se pregunta por el origen de la inclusión de la marihuana entre las "drogas", no porqué se ha mantenido inalterable, aún cuando la evidencia y los múltiples estudios realizados, no han conseguido asociar a este derivado del cáñamo índico una toxicidad mayor que el tabaco convencional y ni que decir tiene que el alcohol.

Fué en 1937 cuando la administración americana, preocupada por la inmigración ilegal de mejicanos en plena depresión, comenzó a perseguir esta planta que era fumada fundamentalmente por esos indeseables emigrantes.

Los británicos, deseosos de fastidiar a los nacionalistas egipcios, (en aquel tiempo en que Inglaterra regía aquel país), incluyeron el haschis, que esos nacionalistas presentaban como una opción mas saludable que el alcohol, y mas propia de su cultura, entre las sustancias a prohibir en los acuerdos que a tal efecto se establecían en Ginebra, y así empezó todo.

Entre los puritanos yanquis y los hipócritas británicos, (que habían forzado el comercio del opio en China a base de cañonazos), comenzaron una historia que todavía continua para solaz y satisfacción de las máfias internacionales, que vieron primero en la heroína y morfina y luego en todo lo demás que se prohíbe, una fuente de negocio que ha dejado en mantillas a Al Capone y el asunto de la ley seca.

Y no solamente de ellos.

Cientos de organizaciones internacionales y nacionales viven muy cómodamente de la "lucha" contra la droga.

Las campañas son constantes.

Y dentro de la ola de puritanismo que viene de la mano de la nueva religión buenista-igualitaria, esos mensajes se amplifican y se visten de alegatos en pro de la salud, como si mantenernos fuera una obligación, y un deber ciudadano.

Los fantasmas que se agitan cada vez que se habla de estos temas son pueriles y desvergonzados, pero lógicamente eficaces, en una población con escaso poder de discernimiento y pensamiento crítico.

Por eso, el que tanta gente en California se haya mostrado favorable a eliminar un tabú social tan poderoso, me ha parecido un ejercicio admirable de libertad.

No importa que no haya prosperado.

No hay quien pare la verdad todo el tiempo.

Tarde o temprano el prohibicionismo tendrá que recular, y lo que ya es un hábito social establecido tendrá que aceptarse en la legalidad.

Y si no que se prohíban todas la sustancias que tomamos para pasar el trago de la vida: desde el chocolate con leche a la aspirina.

A sufrir, que este es un valle de lágrimas.

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