Como si de una nueva epidemia de ebola se tratase, los miembros del Consejo de la Competitividad de España van cayendo uno a uno.
A lo mejor es una nueva versión de Diez Negritos, la célebre novela de Agatha Christie, y nos faltan por ver otros ocho. Yo que Alierta me haría un chequeo rápidamente.
Claro que Isidoro Alvarez hacía lo posible para embarcarse en un crucero por el Hades, gracias a sus aficiones: comida, bebida, tabaco, señoras y trabajar 16 horas los siete días de la semana.
Como vivo cerca de la sede de la empresa, deduzco que esas aficiones son compartidas por los que allí trabajan: bares por doquier, colillas a miles, y numerosos anuncios de servicios de relax que tapizan los parabrisas de los coches aparcados en las cercanías.
El directivo medio que yo percibo es de mediana edad, tirando a lo hortera, con brillantina, sobrepeso y la tensión arterial disparada. Traje y corbata apretados como para mantener a los indivíduos cerca del estrangulamiento. Ellas de muy buen ver.
Yo recuerdo cuando se abrió el Corte Inglés de Goya, que fue un acontecimiento. Y cuando tras la expropiación de Rumasa nada más comenzar el mandato de Felipe González, compraron Galerias Preciados y se quedaron con su edificio en la misma zona de la ciudad.
Sin duda es una de las grandes empresas españolas, lo que no dice mucho a favor de nuestra economía industrial, y desde luego de las que más empleo ofrece.
Es además gran anunciante y por eso los medios de comunicación los tratan con un respeto un poco demasiado untuoso y servil. Su lado oscuro es ignorado y solo se ven sus virtudes, que las tienen.
Es un patriarcado a la antigua, donde la norma es la militancia laboral de por vida.
Los directivos entregan su vida a la causa, literalmente hablando, supongo que con la idea de que sus hijos disfruten de lo que ellos ganan, y se jubilan cuando son ancianos o cuando lo manda la empresa, que es cuando pueden vender las acciones.
No es que lo critique porque los que acceden a esos puestos lo hacen voluntariamente, y no solo eso, supongo que se matan para conseguirlo y muchos provienen de las filas de la infantería, porque lo normal en esa empresa es empezar por abajo.
Muchos capos de empresa, en todo el mundo, tienen ese perfil de enfermos del trabajo que tenía Isidoro Alvarez, y supongo que es necesario, pero cuando veo a esos directivos sudorosos, sobrepesados, fumando los cigarrillos de dos en dos y con la corbata tan apretada, me alegro mucho de haberme podido dedicar a otra cosa.
Supongo que Dimas Gimeno, sobrino de Alvarez, que a su vez era sobrino de Ramón Areces, el fundador, será un ejemplar de la misma escuela y nada va a cambiar en la casa.
Me temo que para dirigir una empresa como el Corte Inglés es lo que hace falta.
lunes, 15 de septiembre de 2014
Don Isidoro y el Corte Inglés de toda la vida
Publicado por Antonio Cordón a las 12:22
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