Después de pasar unas semanas recorriendo los senderos arenosos del desierto del Kalahari, sin tener otra información de lo que sucedía en el mundo que la producida por los cánticos de los pájaros, los zumbidos de los insectos y los rugidos de los leones, regreso a casa, donde como siempre sucede, todo sigue mas o menos igual.
Los problemas no se van por mucho que tu te escondas en el desierto, y a no ser que te conviertas en un eremita y te quedes 40 años metido en una cueva, al regresar te encuentras con una cadena de emails, llamadas perdidas y facturas diversas que te recuerdan lo efímero de tus ocios y lo permanente de tus obligaciones.
El desierto con sus silencios y sus largas y frias noches invita a la introspección, a imaginar proyectos, a hacer proposiciones de cambios, vamos a pensar en términos de "hasta aquí ha sido de una manera y a pàrtir de aquí será de otra".
Pero la realidad es que tan pronto se pone el pie en Barajas-Adolfosuarez, uno se da cuenta de que todo va a seguir mas o menos igual, porque lo que parecía asequible en medio de la nada, se vuelve una tontuna cuando pisas el asfalto.
De todas formas, pasar una temporada en lugares en los que encontrar agua es un auténtico problema y donde la gente vive con lo mas básico no deja de ser una cura de humildad.
Al borde del Kalahari hay pequeñas ciudades, pueblos más bien, donde alrededor de unas cuantas tiendas viven unos miles de personas en base a una economía mínima relacionada con la ganadería y la agricultura.
La zona tiene agua subterránea y los pozos permiten esa actividad.
La minoria blanca sigue teniendo la llave de esa economía en función de sus conocimientos y capital incluso en Botswana, aunque también se los ve en franco retroceso.
Siempre que he estado en esa zona del mundo me ha venido a la cabeza una reflexión que quiero que sirva para inaugurar la temporada del blog.
Me refiero a los límites de la democracia y del sistema un hombre un voto.
Cuando los atenienses pusieron en marcha el sistema tenían claro para que tenía que servir: para decidir sobre el gobierno de la "polis", o sea para ver de que forma se gobernaban los asuntos públicos y el bien comun.
Es un sistema que ha servido muy bien en el mundo de origen europeo, y precisando más, en aquellos paises en los que las personas de cultura europea han sido mayoría. En aquellos lugares en los que cada ciudadano vota en función de sus intereses personales, y asumiendo consensos básicos sobre el estado y su relación con los ciudadanos.
Pero, ¿que sucede cuando esos consensos dejan de existir o nunca han existido y cuando se vota en función de intereses raciales, culturales o directamente tribales?
Si el resultado de cualquier votación se vuelve previsible en función del predominio de una minoría determinada, por muy mayoritaria que sea, la democracia deja de existir excepto en sus aspectos formales, y regresa el viejo orden tribal.
Eso es lo que sucede en los países del Africa austral, y me pregunto si no es eso mismo lo que está sucediendo en Cataluña y Vascongadas.
El día que un ciudadano deja de votar por sus intereses y se deja llevar por las emociones profundas de la identidad tribal se termina la democracia.
Al borde del Kalahari tambien está cambiando el mundo aunque lo haga muy despacio.
Me pregunto si alguna vez se impondran los derechos del ciudadano al poder de sugestión de la tribu.
Por lo que se ve en Europa estamos en la dirección contraria.
lunes, 1 de septiembre de 2014
Volver....
Publicado por Antonio Cordón a las 10:47
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